Escribo estas líneas cuando escucho cornetas y tambores a mi alrededor y tropezando goteando por los portales de la ciudad esperando la normalidad entre bombas y virus. Entre la delgada línea entre la vida y la muerte en un mundo cada vez más retrógrado, el carnaval callejero de Málaga se cubre con una lanza de muerte. El rejón es el mismo todos los años. Año tras año se sucede el mismo escenario y vistas entre los actores de la fiesta, tal y como diría nuestro presidente sobre la Fundación Ciudadanos del Carnaval que acudía en estas fechas. Haré poco más que lo que escribieron periodistas, agrupaciones o aficionados sobre la bochornosa semana de Carnaval callejero que tuvimos en la ciudad. La misma abstinencia, repetida a lo largo de 20 años y ardiente, como la propia anchoa, arde cada domingo como una piñata y sus cenizas caen en el olvido en el Mediterráneo para quedarse otro febrero y así empezar desde el techo a construir otro carnaval.
no hay manera, No podemos volver a la tradición de puntas cruzadas, carpetas en redes sociales donde se difunden trapos sucios pero directamente podridos. del lodo de las eternas querellas que nunca se resuelven. Los palos de unos y otros a la gloria del mar que se inspira detrás de la máscara cobarde para dejar agitada la atmósfera eterna del nido de cuernos, resultando en la distancia, cada vez más oculta, muchas personas válidas para que el Carnaval tenga más brillo. una ciudad que abraza cualquier acontecimiento que la aleje, aunque sea por unos instantes, de la realidad que nos espera.
Se lanzaron pasodobles a diestro y siniestro con el famoso Vía Crucis por ahí carnaval casi ausente en los rincones y mesas del Centro Histórico. La excusa de la Semana Blanca es completamente vaga con un horario más laxo que en los años de total desconocimiento de la ciudadanía sobre la fiesta. Las desganas y la satisfacción de cumplir no pueden ser la vitola de una organización monoevento y más si de dinero público se trata. Nuestro Ayuntamiento no supervisa, en parte, los estándares de calidad de los festivales que aúnan ocio, turismo de proximidad o cultura. su población. En última instancia, esto solo funciona de una manera.
El mundo carnavalesco de Málaga juega en torno a la competición y sus comparsas. Si quieren cambiar algo necesitan dar el paso de organizar una competición paralela o simplemente pensar en salir a la calle sin dejarse llevar como una medida de presión hacia el cambio deseado. Pienso, como todo en la vida, que ha llegado a su fin y si sigue manteniendo un callejón sin salida en la Fundación, todo huele mal. Salvemos lo válido y muchos refugiados en la modernidad de la ciudad cosmopolita como hizo mi amigo Diego Marchán, un periodista gaditano que vivía conmigo en el COAC Málaga para sumar nuevas y terroríficas fuerzas en pos de la fiesta. Sigamos en los medios. no son enemigos por mucho que escribas o quieras ver y No dejemos que nadie se canse de la lucha de molinos como tradicionalmente ha sucedido en esta ciudad. Solo tú sientes la dignidad del papel cuando el salitre desaparece en septiembre. Si no, estarás condenado a repetir tu canto para siempre en esa especie de anillo del infierno de Dante que empuja repetidamente una piedra cuesta arriba para volver a caer cuesta abajo y empezar de nuevo.
Desde mi punto de vista, vuelvo al barbecho de completa tranquilidad después de volver honestamente a hacer mi trabajo en esta casa que siempre apuesta por la completa libertad de opinión. Gracias. Y ya sabéis: como diría ayer Juan Carlos Aragón, si alguien se enfada, pues que se joda… «Camon baby». Quédate con Momo, quién sabe, todo el tiempo que quiera.